Manuel Casal Lodeiro y Jorge Flores Fernández – Septiembre 2005

Muchas ventajas… y algunos riesgos importantes.

Existen muchas formas de ver la red telemática conocida como Internet: un nuevo medio de comunicación de alcance mundial, una biblioteca universal, una zona de esparcimiento multimedia… pero nosotros vamos a optar en el caso de su uso doméstico por un símil que nos permita comprender su doble cara: positiva y -potencialmente al menos- negativa. Así pues pensaremos en Internet con una nueva puerta que construimos virtualmente en nuestra casa el primer día que nos conectamos.

Esta puerta nos permite salir de nuestra casa sin pisar la calle: conocer otros lugares y a otra gente, adquirir nuevos conocimientos, realizar trámites, disfrutar de innumerables opciones de ocio, viajar de forma virtual por todo tipo de centros de diversión, estudio, compras o de noticias. Se convierte así en nuestro punto de acceso interactivo a la aldea global, al mundo, a esos millones de páginas de información y esos millones de viajeros que como nosotros interactúan en este ecosistema virtual.

Pero una puerta, además de para salir, también sirven para entrar. Y es ahí donde comienzan los peros de la Red: ¿qué entra en nuestra casa a través de Internet? No todo el mundo lo tiene claro, de hecho, muchos usuarios ignoran en realidad que tienen esa nueva puerta mal cerrada o directamente sin cerradura. Esto es especialmente grave al contratar servicios de banda ancha cada vez más potentes. Pero lo peor es que existe un desconocimiento social abrumador en cómo afecta esa desprotección de nuestros hogares a sus miembros más vulnerables: nuestros hijos. Porque no podemos olvidar que los niños usan ampliamente el ordenador (en algunos países hasta el 97% de los menores entre 9 y 16 años) y, si el ordenador dispone de conexión a Internet, estamos dejando a nuestros hijos en un entorno cuyos riesgos desconocemos.

Los peligros de la red admiten varias clasificaciones, pero si atendemos a las causas y consecuencias, podemos pensar en la siguiente:

  • Riesgos por contacto con delincuentes o con personas no deseables (y aquí podemos incluir los pederastas o los casos de Ciberbullying que se traduce habitualmente como acoso a través del email).
  • Riesgo por exposición a contenidos nocivos para la infancia (sean legales, como la pornografía, o ilegales, como la pornografía infantil, los de carácer racista…) que pueden ser solicitados (porque accedemos a ellos o no solicitados, vía spam). Estos contenidos pueden significar daños psicológicos e incluso físicos (como ocurre con el consumo de sustancias vendidas on-line).
  • Riesgos económicos y legales, derivamos por ejemplo de los virus, de los fraudes e incluso por acciones propias que vulneren derechos como la propiedad intelectual o industrial.
  • Riesgos derivados del abuso en la utilización, que en este caso pueden ser comunes con otros medios como los videojuegos, que generan problemas físicos (fatiga visual, problemas musculoesqueléticos…) o de otra índole (dependencia, aislamiento social…).

El contacto con extraños.

Aunque el uso de los servicios de la Red varía en función de la edad, a nada que hayamos observado a un chaval usar Internet nos daremos cuenta de que una de las cosas que más les gusta es chatear (más de la mitad lo hacen varias veces por semana). Bien, pues ahí radica el peligro. Aunque no es el único medio por el que un pederasta puede llegar a nuestros hijos en la Red, es el más fácil. El alto grado de anonimato que proporciona Internet lo hace posible, ya que un adulto puede estar haciéndose pasar por un niño (o una niña) en un chat para ganarse la confianza de nuestros pequeños. Y ellos suelen bajar la guardia: nuestras advertencias sobre no tratar con desconocidos no sirven para Internet, a no ser que les hayamos advertido de lo falsas que pueden ser las impresiones virtuales, y de que por más horas que hayan pasado chateando con ese nuevo amigo, realmente nunca le han visto ni saben si todo lo que les ha dicho es pura invención. De todos modos la Red no puede dañar a nuestros hijos, es la gente que usa la Red; y por tanto el peligro real viene cuando se producen citas fuera de la Red, es decir, los encuentros físicos, sobre todo si lo hacen a nuestras espaldas. Y lo están haciendo: según un estudio de la U.E. el 14% de los menores en Dinamarca, Irlanda, Islandia, Noruega y Suecia había quedado alguna vez con alguien que habían conocido en Internet, mientras que sólo el 4% de los padres tenía conocimiento de ello. En Madrid un estudio análogo revelaba cifras muy similares, indicando además que el 10% de los menores acudía solo a esas citas.

Contenidos nocivos.

Por otro lado podríamos hablar de contenidos peligrosos. Porque la Red es un medio relativamente libre de expresión y negocio, y nuestros hijos pueden tener acceso tanto a webs pornográficos o incluso gore, como a webs que les inciten al racismo o la anorexia, por poner ejemplos de contenidos psicológicamente o moralmente perjudiciales. Y no son los únicos: el riesgo puede llegar a ser físico si los contenidos a los que se accede son instrucciones para la fabricación de explosivos, mucho más fáciles de elaborar con materiales caseros de lo que nos gustaría creer. No pensemos que eso nunca les va a pasar a nuestros hijos: la curiosidad de los niños, la rebeldía de un adolescente es algo demasiado peligroso para ser mezclado con ciertas sustancias químicas. Por no mencionar que un niño armado con una tarjeta de crédito puede conseguir con bastante facilidad todo tipo de medicinas, tabaco, alcohol e incluso ciertas drogas por medio de tiendas online poco escrupulosas, ilegales o simplemente fuera de la jurisdicción europea. Según un estudio realizado para el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, un 28% de los menores entraba en webs pornográficos y un 38% en webs violentos. Ah, ¿que tú tienes un hijo que es un santo? Bueno, siempre puede aparecerle un contenido que le deje un muy mal sabor de boca por accidente o por un truco de un webmaster tramposo, o directamente llegarle por e mail de un desconocido.

Riesgos con consecuencias económicas y/o legales.

Los riesgos técnicos y legales nos afectan a los adultos como a los menores, sólo que ellos suelen ser menos conscientes, como es natural en los niños con respecto a cualquier tipo de riesgo en la vida. Y ahí entra nuestra responsabilidad como padres, que no desaparece en un entorno como Internet, no tan distinto de cualquier otro que se les vaya a presentar durante su crecimiento como personas. Los riesgos técnicos incluyen los virus, el spyware (programas espía que se instalan sin que tengamos conocimiento de ello) o los accesos de hackers maliciosos (los llamados crackers o piratas). Dentro de la denominación de riesgos legales podemos incluir el que nuestros hijos aporten sus datos personales, los nuestros (¡o los de un chico que les cae mal del colegio!) en cualquier web o chat, el infringir normas de copyright, lanzar difamaciones o amenazas, etc. Son cosas nada extrañas ni difíciles en la realidad, como por ejemplo, la publicación on-line de una foto robada con el móvil por encima de la puerta de un vestuario. de La ley es igual de válida dentro de la Red como fuera, y no podemos bajar la guardia y pensar que es un mundo sin ley: quizás haya aspectos demasiado regulados y otros que no lo están en absoluto, pero lo que es ilegal fuera también lo es en Internet.

Un problema que tiende a aumentar y que se debe enfrentar

Y todo esto no ha hecho mas que empezar. Hay tres factores que van a acentuar esta problemática:

  • Aumento constante de las posibilidades de acceso. Con la mayor concectividad de que disponen nuestros hijos gracias a todo tipo de dispositivos portátiles (teléfonos móviles UMTS, la nueva PSP -PlayStation Portable, etc.) llevan Internet en el bolsillo.
  • Aumento progresivo del ancho de banda (que quiere decir acceso más rápido a datos, imágenes, vídeos…) disponible para la ciudadanía.
  • Reducción de precios, tanto de la conexión como de los ordenadores, móviles y otros dispositivos de acceso.

Pero si a estas alturas del artículo aún no habéis tirado vuestro módem por la ventana ¡no lo hagáis! Para todos estos riesgos hay soluciones o, al menos, medidas de protección. La primera y la más importante es educar a nuestros hijos en ello. No hace falta tener un master en Informática para explicarles los principales riesgos a los que se exponen, sobre todo en lo relacionado a citarse con amigos que han conocido en el chat o por correo electrónico: se trata de aplicar el mismo sentido común que aplicamos cuando les educamos acerca de otros peligros y les ponemos unas normas de conducta. Dependiendo de la edad, será más un diálogo que una imposición del tipo no hagas esto ni aquello, pero siempre debemos hablarles de estos peligros, no importa lo grandes que sean ni lo mucho que controlen de Internet. Según el referido estudio del Defensor del Menor, más de la mitad de los chavales no habían recibido ninguna información sobre normas básicas de seguridad en Internet.

También contamos con otras ayudas, por suerte cada vez más a nuestro alcance y más potentes. Nos referimos a las defensas técnicas: filtros de contenidos, programas de control de acceso, configuraciones del navegador, etc. Mediante estas herramientas técnicas podremos supervisar e impedir los riesgos más simples relacionados con contenidos, así como muchos riesgos técnicos. Aunque los estudios dicen que casi nadie los está usando todavía (86% de menores que acceden sin ningún tipo de flitrado a Internet), existen ya en el mercado programas de todo tipo que nos permiten proteger a nuestros hijos poniendo unas buenas cerraduras en esa puerta virtual que es Internet. Cada cual deberá decidir si su hijo es lo bastante mayor y responsable como para tener una llave y abrirla del todo -o sólo en parte- de modo que pueda aprovechar todo el potencial positivo de la Red para su entretenimiento y aprendizaje.

 PDF