Los múltiples beneficios de las nuevas tecnologías, los avances y ventajas proporcionados por la contemporánea variedad de aparatos digitales son constantemente traídos a colación. Y no faltan a la verdad. Sin embargo, entre tanta virtud algunas acaban degenerando en vicios o enfermedades digitales. Uno de los últimos trastornos estudiados, la infobesidad, hace referencia a la dependencia creada por el correo electrónico, a la necesidad de consultarlo constantemente y a la urgencia no sólo de contestarlo, sino de recibir respuesta.
Como señala Dominique Wolton, director del Instituto de Ciencias de la Comunicación del Centro Nacional de Investigación de Francia “vivimos en una dramatización de la urgencia”. Se ha perdido la noción de lo urgente, de lo necesario para el ya y el ahora, todo es prioritario, todo es inminente. Y por ser el todo, lo es la nada.
Dicha necesidad en tiempo real ha provocado que vivamos en un constante estrés y, en lo que se refiere al correo electrónico, a que una persona usuaria media mire su cuenta cada hora, a que el 56% emplee casi dos horas diarias administrando su buzón de entrada y a que alrededor del 38% reciba más de un centenar de emails. Es más, a que si no se responde uno de ellos a tiempo sea normal recibir una llamada de teléfono espetándote, ¿no recibiste mi correo?
Esta nueva patología se suma a las ya existentes tendinitis, contracturas o malas posturas, síndrome del túnel carpiano, problemas gástricos u obesidad y a las más recientes como la wiititis, atrofia muscular por exceso de juego con la videoconsola Wii.
Así pues, si Usted es de esas personas que consulta constantemente su buzón de entrada –tanto en el trabajo como en casa, en el metro o en la cocina- se estresa cuando no recibe una respuesta instantánea y contesta los emails de inmediato, quizás padezca infobesidad. Problemática que junto con las demás enfermedades tecnodigitales genera estrés a un 20% de los trabajadores y las trabajadoras, según la Organización Internacional del Trabajo.
Fuente: Artículo en Deia, 14 de abril de 2013, “En las garras de la infobesidad”
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