Los sistemas de control parental se han diseñado tradicionalmente para bloquear y filtrar el acceso a determinados sitios de Internet o para supervisar la actividad realizada a través de un dispositivo tecnológico. Sin embargo, hoy día ofrecen mayor flexibilidad y más funcionalidades a fin de poder adaptar mejor estas herramientas a los distintos contextos y necesidades que padres y madres encuentran en la cada vez más frenética vida digital de sus hijos e hijas.
Niños, niñas y adolescentes tienen cada vez más vivencias a través de las pantallas, las apps y las redes sociales, vivencias que padres y madres tuvieron en un contexto offline más supervisable. Además de los sistemas de control parental, es altamente beneficioso incluir el uso de las nuevas tecnologías como otro aspecto que forma parte de su educación. Con ello conseguimos que sea más fácil crear un buen clima de confianza, y justificar la necesidad de tener que apoyarles también a través de herramientas de control parental que a priori se sienten como intrusivas o restrictivas.
Herramientas de filtrado y control de uso
Una vez conocemos mejor el contexto que les ha tocado vivir a quienes han nacido después del cambio de milenio, es más fácil buscar la herramienta que más se ajuste a nuestras necesidades. Para niños y niñas que estén en la primera infancia, podemos optar por herramientas de control parental que traten de impedir o limitar el acceso a contenidos no adecuados para su edad, o delimitar el tiempo de uso de las distintas aplicaciones y juegos que estén instaladas en el dispositivo que utilicen.
Las herramientas de filtrado utilizan distintas técnicas para garantizar que un o una menor de edad no accede a contenidos nocivos para los que no está preparado. Los sistemas más comunes utilizan listas donde se filtra o bien lo que no se puede ver (conocidas como listas negras), o bien sólo se deja acceder a cierto contenido (listas blancas), siguiendo criterios de bloqueo marcados por un fabricante o bien por los propios usuarios adultos de la herramienta. Estos suelen ser los sistemas que instalan tanto centros educativos como bibliotecas.
Es posible acotar el acceso a los contenido bloqueando ciertas palabras clave (como por ejemplo: azar, bombas, compras, drogas, hackers, pornografía, sectas, violencia…), aunque esto pueda producir falsos positivos, denegando el acceso a páginas legítimas o educativas que debieran consultar sin problema. Para evitar ese problema, varias instituciones proponer crear sistemas de etiquetado de contenidos para clasificar su adecuación según la edad de quien los visita. Otra forma de acotar sería bloqueando el acceso de varias aplicaciones o bien limitando su uso (para que no tengan acceso a Internet, o simplemente a la función de chat).
Para evitar problemas de uso abusivo y tratar de ayudarles a equilibrar el uso de la tecnología con otros hábitos saludables fuera de las pantallas, se puede también controlar el tiempo de uso, pudiendo configurar tanto el tiempo máximo (de un dispositivo, de una app…), como un horario y calendario de acceso (p.ej, sólo los fines de semana).
Monitorización y seguimiento
A medida que aumenten sus conocimientos tecnológicos, curiosidad por descubrir el mundo, y deseos de contactar con otras personas, podemos optar por activar las funcionalidades que permiten supervisar la actividad para saber a qué servicios acceden, qué hacen, con quien contactan, y cuánto tiempo y dónde están conectados.
Los sistemas de control parental proporcionan diversas técnicas de vigilancia o supervisión. En todas ellas, se permite el uso de los dispositivos y las app, pero se controla cómo se usa e incluso algunas sirven para hacer un seguimiento de dónde se usan, gracias a los GPS y técnicas de localización que incorporan todos los dispositivos móviles.
Al ser tan alto el nivel de supervisión que ofrecen estas herramientas, siempre se recomienda evaluar con detenimiento la utilización de este tipo de soluciones, y sobre todo en la pre-adolescencia y adolescencia, optar por tratar de construir una relación de confianza que promueva el dialogo, y no pensar que nunca nos contarían o mostrarían lo que hacen en Internet. Aunque sean menores de edad, niños y niñas tienen también derecho a la intimidad, que habrá que tenerlo en cuenta junto con su derecho a ser protegidos contra todas las formas de abuso. Por lo tanto, deberíamos evitar invadir su privacidad salvo que creamos que corren peligro.