Los alumnos del Máster de Periodismo de El Correo – UPV/EHU realizaron un reportaje titulado “Enredados” en el que se analizaron las razones por las que se ha creado esa gran dependencia al teléfono celular, conducta que popularmente se conoce como nomofobia y alcanza a un gran segmento de la población.
Cada vez son más las personas usuarias de telefonía celular que no puede separarse del mismo ni un instante. Muchos de ellos se encuentran incómodos o preocupados si no chequean los programas de mensajería o redes sociales a las que están inscritos, llegando incluso a tener problemas para dormir por la dificultad de desconectar de ese entorno social.
El término, aunque cada vez más utilizado, no es un término médico ni una psicopatología reconocida por la Organización Mundial de la Salud. La nomofobia, ese miedo irracional a perder u olvidarse el celular es realmente una abreviación del inglés “no-mobile-phone phobia”. La nomofobia no es una adicción, sino más bien una situación de estrés o nervios debido a no poder tener disponible el teléfono celular. El término correcto para lo que algunas personas denominan adicción sería uso excesivo o problemático. Jorge Flores, director y fundador de PantallasAmigas comenta en el reportaje que “las tecnologías no son las que generan adicción, son el vehículo en el que algunas personas desarrollan esa necesidad de ‘engancharse’ a algo”.
Las adicciones son siempre dañinas, siempre requieren un aumento en su dosis, y producen síndromes de tolerancia, dependencia y abstinencia. Sin embargo, esto no ocurre así con los celulares por lo que lo más probable es que las “víctimas” de la nomofobia estén sufriendo ansiedad de estar separados de otras personas, ya que como indica Jorge, “el principal enganche que encontramos en los smartphones es la posibilidad de relacionarnos con otras personas, pudiendo estar presente en la vida de otra gente y saber lo que ocurre en las suyas”. Esta circunstancia es capaz de atraparnos en una burbuja de la comunicación permanente, y a muchas personas les cuesta abstraerse para verse desde fuera, con mayor perspectiva.
PantallasAmigas intenta reflexionar durante los talleres de sensibilización con niños, niñas y adolescentes sobre algunas conductas que pueden ser arriesgadas bien para ellos o bien para otras personas. Los jóvenes son “adictos” a estar con sus amigos, y van a utilizar las herramientas digitales que faciliten esta conexión. Existe un mecanismo de recompensa que se activa con cada “me gusta”, cada retuit, o cada comentario que reciben en respuesta a sus interacciones en las redes sociales y el cerebro se acostumbra a esa demanda de dopamina, la hormona que nos hace sentir bien. Si a todo esto le añadimos la influencia que a esa edad sienten para tener que contar y publicar en las redes sociales aquello de lo que más tienen que presumir y estar orgullosos, no es de extrañar que realmente se sientan presionados a utilizar una tecnología que es la única vía en la que pueden cumplir con la función social que en algunas ocasiones se ha impuesto en Internet y las redes sociales.
El reportaje completo “Enredados”: