Nadie duda de las bondades y ventajas que nos aporta Internet y sus múltiples tecnologías asociadas, pero a veces nos olvidamos que además de ser el sistema perfecto para copiar y difundir contenidos, también es una máquina que pareciera estar diseñada para distraer y no dejarnos pensar.

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Imagen: photosteve101 (flickr)

Con tanta nube en Internet, ¿nadie se ha dado cuenta de que estamos padeciendo un diluvio digital universal? Un diluvio que nos está dejando sin ideas, que está empobreciendo nuestra experiencia en Internet, y que no nos permite desarrollarnos como personas aprovechando todo el potencial que la red de redes y todas las tecnologías derivadas nos proporcionan. Estamos viviendo un cambio climático también en el ciberespacio, un cambio que comenzó con una llovizna, y que ha conllevado que a día de hoy vivamos rodeados de una infinita cantidad de nubes que provocan chaparrones que inundan todo de tonterías, de contenidos y comportamientos cada vez más insustanciales.

La televisión, ese invento bautizado como la caja tonta con el que muchas personas hemos crecido en nuestros hogares, era al menos un aparato que podíamos apagar. La nube y por ende, Internet, es sin embargo esa entidad omnipresente de la que aparentemente no podemos desconectar, y que condiciona nuestro día a día según soplen las modas de Internet; modas impuestas por personas y empresas expertas en manipular nuestras necesidades cuyo único interés es hacer dinero con nuestra vida privada.

Si bien es cierto que también la televisión era y es un elemento que nos distrae, al menos sabíamos que con ese tipo de tecnología realizábamos un consumo pasivo del medio, y decidíamos ser indiferentes y neutrales para dejar de pensar ya que lo que queríamos era desconectar y que nos entretuvieran. El mérito de esa cosa llamada Internet es de habernos convencido de que participamos en ella de forma activa, de que somos quienes aportamos contenido y buscamos lo que queremos, cuando en realidad somos consumidores igualmente pasivos que nos encanta no utilizar la mejor herramienta con la que contamos para disfrutar de una experiencia en Internet de calidad: nuestra cabeza.

En ese proceso de dejarnos arrastrar por tendencias que nos convencen de que compartir y valorar memeces superficiales es más importante que producir y apreciar contenido de calidad, estamos creando una nueva brecha digital. Todavía no hemos superado todas las demás brechas digitales, ya que aún queda mucha alfabetización digital pendiente y muchas familias por disfrutar de un acceso a Internet de calidad, pero al menos esas son dos brechas que se están reduciendo. La tercera brecha nos muestra dos formas muy distintas de sentir el mundo: la brecha de las personas que usan Internet de forma activa, y lo construyen, y se construyen a sí mismas, frente a ese cada vez más numeroso grupo de usuarios pasivos que dejan que esa nube hipnotizadora destruya su futuro y les conviertan, ironías de la vida, en esos zombies conformistas que Apple tanto criticaba en su famoso anuncio de 1984. Las mejores ideas de Steve Jobs las tuvo meditando y evitando distracciones; curioso legado que nos deja con tantos dispositivos diseñados para distraer y para que otras personas y organizaciones piensen y tomen decisiones por nosotros.

Hemos dejado que el principio KISS, del inglés “Keep It Simple, Stupid!” (“¡Hazlo sencillo, estúpido!”), en el que la simplicidad debe primar sobre cualquier complejidad innecesaria, se lleve a un extremo en el que todo tiene que ser comprendido y disfrutado en un vistazo rápido, dejando que se popularicen en Internet contenidos y preferencias cada vez más superficiales e insulsas. Y lo hemos aderezado creando falsas distinciones digitales entre generaciones; ahora nos encontramos con unos visitantes digitales, a veces mal llamados inmigrantes, que están más preocupados por tratar de convencer a los residentes digitales, a veces mal llamados nativos, de que un mundo con las pantallas apagadas es siempre un mundo mejor, cuando en realidad deberían decir que el mundo digital es simplemente un mundo diferente que entre todos deberíamos tratar de terminar de comprender y construir.

Debemos ayudar a los niños y a las niñas a adquirir las competencias digitales necesarias para poder aprovechar las oportunidades que ofrece Internet y para ello debemos facilitar un entorno en el que puedan desarrollar su creatividad, y puedan construir su propio mundo alrededor. Vivimos en un mundo digital que permite la creatividad infinita, pero para aprovecharlo es necesario evitar la tentación de distraerse en una nube llena de simplezas y poder así construir entre todas las personas y generaciones una Internet más enriquecedora, segura y saludable. Mientras unas personas deciden cómo quieren que sea el mundo en el que vivimos, el resto deja que otra gente decida por ellos. Si podemos y queremos construir un Internet mejor, ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué no empezar hoy?

*Artículo de opinión de PantallasAmigas, publicado previamente en familiadigital.net