(Reportaje de Carolina Veldehíta sobre el sexting publicado por la Revista Tiempo en su nº 1.541 de febrero de 2012.)
Versión online del artículo publicado en TiempoDeHoy.com:
El envío de fotos calientes a móviles se generaliza. Muchos ignoran los riesgos. Si no, que se lo digan a Scarlett Johansson.
“Cariño, te echo de menos. Te quiero”. Este clásico mensaje de texto parece que ya no es suficiente para comunicarse entre amantes. Con las amplias posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías las palabras empiezan a brillar por su ausencia, y en su lugar se han impuesto los mensajes picantes donde los amantes muestran sus cuerpos serranos. El insulso “te quiero” ha sido sustituido por el sugerente “esto es lo que te haría”, y los clásicos emoticonos compuestos de dos puntos y paréntesis final, por fotos provocativas y muy explícitas.
Resulta muy motivante recibir y enviar este tipo de mensajes a tu pareja, pero hay que tener presente que la picardía se puede volver en nuestra contra. Todo lo que vuela más allá de nuestro móvil o correo electrónico pierde automáticamente nuestro control. La transmisión de contenidos a redes sociales o páginas eróticas está a la orden del día, y suele ser el destino de las fotografías que los no tan inocentes jovencitos han enviado en un momento de calentón, siendo una ardua tarea frenar su propagación. Los estudios sobre el tema son recientes, y no hay un perfil definido, aunque sí se pueden atisbar las primeras conclusiones. Las adolescentes resultonas de entre 14 y 17 años son las emisoras más propensas de este tipo de fotos, al tener menos pudor que el resto para lucir su cuerpo. Lo hacen “bien por imprudencia e ignorancia ante las repercusiones, bien por presiones de los novios, bien por llamar la atención y ganar notoriedad”, cuenta uno de los expertos en el tema, Jorge Flores, director de Pantallas Amigas. “El problema es que se ha normalizado debido a la cantidad de contenidos pornográficos que se pueden encontrar en la Red”. Pese a que los destinatarios suelen ser sus parejas, las imágenes “pueden llegar a otros”. Las nuevas tecnologías proporcionan muchas posibilidades de relación: “Los adolescentes llevan a sus amigos siempre encima –explica Flores-, por lo que tienen la presión de tener siempre una buena imagen”. Por eso para ellos cambia la concepción de privacidad “o lo asumen de una manera diferente”. Para Flores, lo más preocupante son las consecuencias que puede traer el paso de las imágenes al ámbito público. Más allá del daño a la imagen y la vergüenza en el círculo social habla de ciberbulling y sextorsión: “En el primer caso se suele hacer una persecución ofensiva hacia la persona desde su propio entorno, mientras que en el segundo quien posee las imágenes entra en una espiral de chantaje con la víctima de manera deliberada”.
Famosas pilladas.
Parece un hecho evidente que las mujeres tienen menos complejos y son más dadas a enviar fotos picantes, o así lo han mostrado algunas famosas, orgullosas de sus cuerpos. A diferencia de la gente normal, sus fotografías no ven la luz por malas intenciones de sus ex, sino por el hackeo de sus cuentas de correo y teléfonos móviles. En el mes de marzo Vanessa Hudgens dio la alarma al FBI al darse cuenta de que su cuenta de correo estaba hackeada. En ella se encontraban unas sugerentes fotos que había enviado a su entonces novio, Zac Efron, coprotagonista en el inocente mundo de High School Musical. Un duro golpe para Disney, que había potenciado la imagen virginal de la actriz sin contar con sus hobbies privados. Algo que también sufrieron las aparentemente modositas Miley Cyrus y Jessica Alba.
La cantante Rihanna fue objeto de escándalo con unas supuestas fotos en tanga y otras más localizadas de ciertas partes de su cuerpo, aunque la investigación no pudo determinar que realmente fuera la diva del pop. Sin duda, el caso que más revolucionó a los medios fue el posado amateur frente al espejo de su casa de Scarlett Johansson, que tenía como destinatario a Ryan Reynolds, su ahora exmarido. Un posado muy parecido al que la gossip girl Blake Lively envió a Leonardo Di Caprio cuando aún estaban juntos. Una curiosidad, ahora es Lively quien sale con Reynolds, pero desconocemos si sigue con los mensajes picantes. Meses después era el turno de Mila Kunis, el cisne negro de la película de Darren Aronofsky. Posados eróticos y conversaciones de texto fueron sustraídos de su iPhone, y se especuló con la posibilidad de que su destinatario fuera Justin Timberlake, compañero de cartel en Con derecho a roce.
Aunque no hay mal que por bien no venga, y hay a quien el sexting le ha venido de perlas. La desesperada Eva Longoria descubrió la doble vida de su marido, Tony Parker, que almacenaba mensajes y fotos de su amante, Erin Barry, recién divorciada de uno de sus compañeros de cancha. Otros que fueron pillados por no borrar los mensajes del móvil fueron Tiger Woods y el ex de Sandra Bullock. Los mensajes de texto de Woods muestran que además de golfista era un poco golfo. Según el Daily News no solo fue infiel, sino que llegó a pagar 60.000 dólares (46.000 euros) por servicios sexuales. Por su parte, el exmarido de Sandra Bullock, Jesse James, pidió disculpas públicas a su familia, pero desmintió la infidelidad atribuida con la modelo de tatuajes Michelle McGee.
Legalidad.
En lo último que piensan quienes envían este tipo de imágenes es en las posibles adversidades. Pese a ello, las víctimas de daños a la imagen están protegidas por la Justicia. La ley ampara el derecho a la intimidad tanto en el caso de los afectados por el robo de fotografías como de aquellos cuyas imágenes han sido renviadas sin autorización. “Cuando una persona tiene conocimiento de que se han difundido imágenes de carácter íntimo sin su autorización, debe presentar una denuncia solicitando una medida cautelar urgente consistente en la retirada de las imágenes de los sitios web donde se encuentren”, explica a Tiempo el abogado Miguel Ángel Morillas.
Es frecuente que “una vez terminada la relación, una de las partes, evidentemente sin autorización, accede al e-mail de su expareja en busca de información o fotografías íntimas para su posterior divulgación”, puntualiza Morillas. Las víctimas pueden conseguir que quienes han violado su intimidad sean penalizados con prisión de dos a cinco años, dependiendo del tratamiento que se haya hecho de sus imágenes. En el caso de los menores de edad, el intercambio y propagación de contenidos eróticos es aún más grave, y pueden llegar a ser acusados de pornografía infantil si se trata de un menor de 12 años. A pesar del delito que supone, se hace casi imposible frenar la cadena de envíos, “dejando al emisario inicial como una víctima cuya intimidad queda sobreexpuesta”. Por eso, Flores aconseja que no se tomen imágenes así, ya que “es un riesgo permanente porque te pueden robar el móvil o sacar información sin darte cuenta”.