Es común escuchar que el porno es ficción y que, como en otros géneros y ámbitos de la ficción, no tiene sentido pensar que pueda tener una influencia especial en el comportamiento de quienes lo consumen con asiduidad. Sin embargo, otras voces apuntan a que determinados patrones nocivos y modelos negativos de esa ficción sí perfilan comportamientos, en particular de chicos adolescentes. Es importante poner de relieve esta cuestión, puesto que es clave para entender y dimensionar los efectos de la pornografía. Analizamos cuatro claves que pueden ayudarnos a dirimir esta disyuntiva:
- A diferencia de otras ficciones (imaginemos películas o géneros cinematográficos), las relaciones sexuales son una necesidad que las personas de forma natural están llamadas a cubrir. Sobre las relaciones sexuales hay cierto tabú por pertenecer a la esfera íntima y, al mismo tiempo, fantasías animadas por el deseo. En este contexto cotidiano donde la realidad no se comparte y la imaginación se prodiga, la ficción de la pornografía puede encontrar puentes con nuestros anhelos o expectativas.
- Cuando se visualiza una determinada acción o contenido de manera simultánea a una estimulación placentera como la que se produce al consumir porno se genera una vinculación inconsciente entre el placer y lo visualizado. Así, la natural búsqueda del placer puede venir impregnada de las prácticas ficticias visualizadas en el porno.
- La barrera entre realidad y ficción se diluye cuando en un portal pornográfico se pueden encontrar, en un mismo lugar, vídeos profesionales con apariencia profesional, vídeos profesionales con intencionada apariencia o intérpretes amateur, vídeos trucados con tecnología “deep-fake”, vídeos caseros depositados de forma voluntaria e incluso vídeos robados de personas anónimas.
- En la pornografía se desarrolla de forma real lo que en otros géneros con frecuencia se simula: el sexo y la violencia.
Por estas cuatro razones no parece consistente defender la inocuidad de la pornografía escudándose en el argumento de que se trata de ficción, menos aun cuando estamos hablando de menores de edad o espectadores jóvenes, más susceptibles de asumir experiencias nuevas o transgresoras, y sin un recorrido vital, ni una aproximación crítica al consumo de pornografía.
Consumo de pornografía en menores
Un grupo de investigadores de la Universidad de Indiana estima que, a partir de los resultados de un estudio, el 80 % de los adolescentes estadounidenses ha visto pornografía. Muchos niños de Estados Unidos la han visto ya a los 10 años.
En 2020, se publicó el informe sobre el consumo de pornografía en la adolescencia. Para elaborar la investigación contaron con la participación de 1.753 jóvenes de entre 13 y 17 años. Una de las principales conclusiones que obtuvieron es que “la mayoría (93,9 %) de la población que ha participado en esta encuesta ve pornografía en la intimidad”, siendo el móvil el medio principal con el que acceden a este contenido. Además, el 68,2 % de adolescentes la ha consumido en los últimos 30 días.
De acuerdo con el informe, el 62,5 % de las personas adolescentes encuestadas ha visto pornografía alguna vez en su vida y el 53,8 % ha accedido por primera vez a la pornografía antes de los 13 años. La edad media se sitúa en los 12 años (sin apenas distinción de género).
El impacto en el cerebro
Aunque hay mucho que decir sobre las formas en que la pornografía puede afectar al desarrollo de las relaciones y la sexualidad, este artículo se centra más en la química del cerebro de los niños. Las investigaciones demuestran que el cerebro de los más jóvenes está más preparado para el placer que el de los adultos, ya que tiene mayores picos de dopamina, un neurotransmisor de sensación de bienestar que se libera en previsión de actividades placenteras.
Por ello, muchos investigadores creen que los jóvenes son más vulnerables al consumo compulsivo de pornografía, lo que puede conducir a una visión poco realista del sexo. La cantante Billie Eilish, habló públicamente en diciembre de 2021, sobre su hábito de consumo de pornografía, que comenzó a los 11 años, diciendo: «creo que realmente destruyó mi cerebro».
Los psicólogos dicen que es importante hablar con los niños sobre la pornografía sin que se sientan avergonzados. Una cierta exposición a ella puede ser una parte natural de su desarrollo, explican, y no debe evitarse hasta el punto de crear un tabú. Sin embargo, recomiendan utilizar barreras tecnológicas para reducir las posibilidades de que los niños más pequeños vean cosas que no están preparados para ver.
“¡Tu hijo ve porno! ¿qué vas a hacer?”
La campaña tiene un lema claro y directo, con un doble mensaje, que señala el problema y realiza una llamada a la acción a las familias. Se trata del bienestar de sus hijos pero también es una cuestión de responsabilidad con y para la igualdad y los derechos de las mujeres. El papel de las familias puede ser de puertas para afuera, mediante presión sobre quienes legislan y sobre la industria, y de puertas para adentro, garantizando una educación adecuada en este sentido.
¡Tu hijo ver porno! Está en riesgo de:
1. Normalizar formas de violencia hacia las mujeres.
2. Considerar a las mujeres objetos par su satisfacción.
3. Imitar prácticas sexuales sin protección.
4. Consumir más cantidad y con más frecuencia.
5. Evolucionar hacia contenidos extremos o peligrosos.
6. Desarrollar complejos y baja autoestima.