En el cuarto episodio del podcast de PantallasAmigas, Educación, Ciudadanía y Bienestar Digital, Begoña Beristain charla con Anna Ramis, madre, maestra y pedagoga.
Anna Ramis ha trabajado en la escuela y en la universidad. Pero, sobre todo, ha estado siempre al lado de madres y padres, asesorándoles en cuestiones educativas e impulsando diversos programas de acción compartida entre familias y docentes. También es autora del libro “De 0 a 3, ¿nada de pantallas?” con el que pretende que las familias tengan más información y puedan actuar preventivamente y no exponer a los niños y niñas, en esta etapa clave de su desarrollo personal, a riesgos evitables.
El orgullo de las madres al ver que sus hijos manejan la tecnología a temprana edad
Anna habla sobre dos tópicos que se dan con frecuencia en sus chalas.
El primero es el orgullo con el que muchas madres hablan de sus hijos menores y de cómo a temprana edad ya saben manejar las pantallas. Para Anna es un tópico social que hemos asimilado automáticamente sin cuestionarlo. Esta creencia es que «nuestros hijos ahora son nativos digitales», como si ya nacieran con un cerebro distinto configurado de una forma especial para que las pantallas les fuesen sencillas, «ya nacen con predisposición para ellas». Este tópico está atrapando a mamás y papás que ponen pantallas sin cuestionarlas.
El segundo tópico es que «cuanto antes empiecen a utilizar pantallas, más ventaja tendrán en el futuro». Anna ve un error en acortar la infancia para introducir las pantallas, sobre todo en los tres primeros años.
El uso de las pantallas para «aparcar niños»
Anna también cuestiona el uso que muchos padres hacen de las pantallas cuando se las dan a sus hijos para «aparcarlos y que no molesten». «Un niño de menos de tres años debería estar moviéndose, tocando, experimentando, mirando, interaccionando, descubriendo el mundo… le aparcamos, le abducimos, le dejamos en una esfera virtual que le atrae, pero analizándolo desde el punto de vista de la neuroeducación le estamos haciendo la peor jugada que le podemos hacer a su cerebro».
El cerebro de los niños no necesita pantallas
Ramis opina que vamos bastantes pasos por atrás de otras cuestiones como la cultura de la alimentación en las primeras etapas. «El cerebro del niño no necesita pantallas, no solo por lo que las pantallas hacen en sí mismas, que es atraparles en un bucle dopaminico, sino por el tiempo que las pantallas quitan de hacer lo que es vital, moverse, descubrir… y se tiene que aprender todo». «Si nuestro hijo llega al mundo y tiene que competir contra cuatro pantallas para llamar nuestra atención ¿qué va a hacer? todo lo que pueda para competir contra las pantallas que tienen atrapados a los adultos».
Consumir pantallas dos horas y media al día antes de los 3 años tiene consecuencias graves
Según un estudio de 2019 realizado en Canadá con población durante cinco años. El estudio realizó un seguimiento a los padres y madres y sus bebés desde su nacimiento hasta los cinco años y durante ese periodo entrevistaban a los padres sobre consumo habitual de pantallas. Las mismas pediatras que publicaron el informe en 2019, señalaron como el contexto de observación cambiaba, es decir, en el año uno había un consumo de pantalla que los mismos bebés que nacían en el año cinco ya tenían el consumo más exagerado.
Dos horas y media de consumo de pantallas al día para un bebé es una parte significativa de su vida.
El grave problema de utilizar pantallas mientras nuestros hijos comen
Anna ha observado que las madres que dan de comer a sus hijos mientras utilizan pantallas sus hijos comen mejor, pero pierden su identidad ya que no saben lo que comen. «Un niño crea su identidad con estas pequeñas cosas, yo soy el que come pedacitos de fruta, a mí no me gusta la mandarina… pero si el menor se limita a abrir la boca mientras mira la pantalla le quita lenguaje, relación y le quita construcción de su «yo», de su identidad al menor».
La necesidad de aprender a tolerar la frustración
Los niños con una pantalla delante cuando algo no les gusta, deslizan el dedo y pasan a otra cosa. «Los bebés no necesitan tablets o canales temáticos para bebés, necesitan acompañamiento en sus aprendizajes y sus descubrimientos«. «No a la tecnología para las comidas, no para tranquilizarles y no para dormirles, si quitáramos pantallas en estos tres momentos rebajaríamos el límite de horas».
¿Cómo limitar el número de horas a los más pequeños?
El primer paso es no introducir pantallas en sus espacios, «deja el móvil en el recibidor, no lo tengas en la mano porque si no tu hijo está compitiendo con el». El siguiente consejo es habilitar un espacio en la casa para que nuestro hijo se mueva, experimente, interaccione…
De 0 a 3 años, ¿nada de pantallas?
Anna lo pone en interrogantes, «introducir la cultura digital es como introducir alimento». «Los primeros los de altísima calidad, se pueden utilizar las pantallas para socializar o para hacer actividades como bailar y también se pueden poner dibujos cortos antes de cenar».
De 3 a 6 años, ¿qué hacemos?
Anna cuenta que están haciendo una reflexión en los colegios, ¿qué ocurre cuando introducimos pantallas? Estamos haciendo usuarios pasivos, consumidores de productos tontísimos. Anna destaca la importancia de saber escribir en papel y como lo estamos perdiendo por escribir en una pantalla con un dedo.
Volviendo a la pregunta, de 3 a 6 podemos poner pantallas de alta calidad con tiempo controlado y explicándole a nuestro hijo lo que vamos a ver, además introduce la figura de un avisador para que él mismo controle el tiempo y apague la tecnología. Importante también tener una alternativa preparada para después.
Antes de los 10 años dejar a un niño conectado a una televisión o a internet solo, jamás.
Hay que reconsiderar los derechos de los niños y las niñas en la sociedad digital
Los derechos de los niños fueron redactados hace 60 años. «Es necesario reformular a nivel de pequeña infancia los derechos de los niños, decían que tenían que protegerles de drogas, pues si sabemos que las pantallas son dopaminicas y son como una droga para el cerebro, alguien va a tener que tomar cartas».
Las tres «A», Amor, Autoridad y Autonomía
«Los niños necesitan ser queridos, también necesitan un guía o unos límites, como un edificio necesita un andamio mientras se construye. Cuando la construcción está terminada, esa seguridad en la construcción adquirida por uno mismo permite la autonomía».