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El uso abusivo de móviles, un problema social y familiar. ¿Cómo atajarlo?
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Análisis de Jorge Flores (PantallasAmigas) y cuatro medidas fundamentales para impulsar un uso consciente y racional de los móviles
S.F. Madrid, 14 de mayo de 2019
Es obvio, y esperemos que no sea demasiado tarde, que la sociedad ha despertado y se ha posicionado de manera crítica ante el sobreuso de las pantallas en general y del móvil en particular. Las pasadas navidades, por ejemplo, varias campañas aludían a la necesidad de estar más presente en la vida offline. Otro ejemplo es que cada año, desde hace una década, se celebran distintos días «sin móvil». Se trata de un problema, sin duda, que afecta al conjunto de la sociedad pero que puede ser realmente traumático para las nuevas generaciones, más aún si consideramos que el smartphone está ganando terreno como dispositivo para los videojuegos en con respecto a otras pantallas.
La enfermedad y la «receta médica»
La RAE define la mismidad como «la condición de ser uno mismo» y el «ensimismamiento» como «el recogimiento en la intimidad de uno mismo, desentendido del mundo exterior». De igual manera cita la alienación como «limitación o condicionamiento de la personalidad, impuestos al individuo o la colectividad por factores externos sociales, económicos y culturales». Creo que podemos concluir que la alienación que nos producen las pantallas provoca la incapacidad para conectar con uno mismo, esto es, el desmismamiento. La pantalla nos encierra en la burbuja de lo ajeno, de aquello que desde fuera compite por nuestra atención. No hay apenas momentos para la abstracción, el aburrimiento, la contemplación o la reflexión; tenemos automatizado el gesto de mirar la pantalla, como si evitáramos repensarnos. Y sí, la verdad, la distracción muchas veces es más agradable que la introspección, necesita menos tiempo, menor preparación y además nunca nos sorprende con algo incómodo. Si además la distracción es placentera o divertida, puede pasar de ser un recurso eventual a una necesidad creada que ocupa todo nuestro espacio. Está cerca el día en que la doctora nos recete como medida profiláctica tres tomas al día de media hora de desconexión, tres momentos para la reconexión de calidad con el resto de las personas y con uno mismo.
Cómo ejercer una parentalidad positiva
Si bien la labor de PantallasAmigas, desde que iniciara su andadura hace ya 15 años, se focaliza en promover el bienestar digital de las personas menores de edad, el foco de nuestra actividad ha ido abordando con mayor intensidad al público adulto, a quienes lideran las familias. No se trata exclusivamente de ayudarles y acompañarles en la crianza digital de sus hijos e hijas sino también de influir en sushábitos de vida digital en tanto que constituyen el ejemplo cotidiano y más influyente. Y esto está siendo una tarea ardua. Hace unos cuantos años, padres e hijos no coincidían apenas ni en herramientas ni en hábitos digitales. Las personas adultas, algunas, usaban Facebook y todos los adolescentes compartían Tuenti pero claro, de formas y con propósitos muy diferentes. Era una situación de desconocimiento y divergencia que dificultaba el ejercicio de la parentalidad digital positiva. Ahora, sin embargo, tenemos a ambas generaciones usando herramientas comunes donde incluso comparten grupos como WhatsApp, o incluso Instagram, red social por la que muchos adultos han cambiado a Facebook. Todos, mayores y menores, nos hacemos fotos, vídeo, y las publicamos… gozamos de experiencias comunes y compartidas. Podríamos decir por ello, a priori, que los padres están en mejor posición para educar a sus hijos en un desarrollo vital digital más seguro y saludable. Sin embargo, no parece ser así.
Hay cuatro factores que, por el contrario, hacen más complicada esta tarea:
-Reducción progresiva de la edad de inicio en el uso de las pantallas.
-Aumento disponibilidad (redes wifi gratuitas o conexiones más económicas) y calidad de las redes.
-Incremento de la autonomía, con dispositivos portables más cómodos y económicos.
-Crecimiento del ritmo en el que aparecen las novedades, fruto de la presión comercial y la competitividad en el sector de las compañías de Internet.
Todo ello ha llevado a las familias a una situación sobrevenida con tanta celeridad que apenas les ha dado tiempo a reaccionar. Y una de las consecuencias esperables derivadas de los factores antes mencionados es el sobreuso, el uso abusivo de las pantallas y en especial de los videojuegos. Es un tema recurrente en las sesiones de trabajo con familias donde en muchos casos y entre otras cosas, lo que falla es la imposibilidad de fijar límites. Esta dificultad, a su vez, viene determinada por tres factores:
-El modelo educativo que viene caracterizando a una generación poco tolerante a la frustración.
-El extraordinario atractivo de las pantallas, por lo que nos ofrecen, por cómo lo hacen y por la intencionalidad de retenernos ante sí con estrategias cada vez más sofisticadas y agresivas.
-El desarrollo precoz de tolerancia a la exposición y uso, esto es, la necesidad de dosis mayores, provocada por un sobreuso, por la habituación al consumo prolongado de pantallas desde las edades más tempranas.
Medidas para un uso consciente
Este análisis nos lleva a tomar cuatro medidas fundamentales para impulsar un uso consciente y racional de los móviles y el resto de pantallas en nuestros hijos e hijas.
-Retrasar la exposición a las pantallas y, por supuesto, la entrega de las mismas. Comenzar a recorrer el camino más tarde es una ventaja en muchos sentidos.
-Moderar el uso de las pantallas, que supone establecer unos parámetros relativos a la cantidad de uso y activar los mecanismos necesarios para que se cumplan.
-Acompañar, compartir momentos de pantalla, que ayuda siempre a conocer, a enseñar, a influir y a generar confianza. Esto permite reajustar los parámetros, decisiones y límites según se vaya alcanzando mayor madurez y, sobre todo, incentivar el consumo crítico de las tecnologías conectadas, que además de moderado debe ser variado, como toda alimentación saludable.
-Dar ejemplo, inspirar y liderar, para modelar con autoridad moral suficiente. No es fácil el camino, pero es un camino necesario en el que dar buen ejemplo es parte fundamental. Ser ese buen modelo afortunada, pero también desgraciadamente, depende solamente de nosotros mismos. Y estamos fallando, fallamos mucho, cada vez que nuestros hijos nos hablan y seguimos mirando a la pantalla, cuando usamos el móvil al volante, cuando lo ponemos sobre la mesa a la hora de comer…
¿Cómo reducir el uso del móvil?
Modificar nuestros propios hábitos de forma consciente no es fácil, pero está a nuestro alcance. Proponemos cuatro consejos prácticos para reducir el tiempo que pasas absorto en tu móvil.
1) Toma conciencia, empieza por medir
Mirémonos desde fuera ¿es razonable el uso que hacemos del móvil en familia? ¿es necesario? ¿es un buen ejemplo? Para tener más datos y hacer un análisis objetivo, puedes utilizar una
App que te ayude a analizar cómo y cuánto lo usas. Quizás te sorprendas.
2) Toma decisiones, elige metas alcanzables
A la vista de los datos, identifica opciones de mejora que sean realizables, ponte objetivos alcanzables y claros como, por ejemplo, no usar el móvil durante determinadas franjas horarias en casa salvo excepciones.
3) Busca ayudas
No es reto fácil así que considera qué tipo de acciones o apoyos pueden ayudarte. Por ejemplo, seguir monitorizando el uso con una app o utilizar otra que te avise cuando alcanzas ciertos límites o que incluso te plantee resistencia si pretendes traspasarlos. Cambiar rutinas personales o, simplemente, reducir las alertas y su visibilidad también puede sr de gran ayuda.
4) Disfrútalo
Estás haciendo un esfuerzo, te estás privando de algo que antes te hacía funcionar, aunque quizás no de la manera deseada. Ahora, de forma consciente y con más tiempo, regálate con todo aquello que identifiques que te hace sentir bien y que antes no tenía sitio en tu vida. Una posibilidad puede ser prestar todavía más atención a tus hijos e incentivarles con opciones alternativas de ocio no digital que tú también disfrutes.